martes, 15 de septiembre de 2009

Ángela y Quino Pescan (Pescando En Torremuelle)

Creo que Ángela nunca podrá olvidar aquel día, de lo que no hay duda es de que yo y mi pierna no podremos olvidarlo jamás. 
Me levanté una calurosa mañana de agosto del pasado año, me metí en el bañador, me puse los pies de gato (de goma, lo que supuestamente evita resbalones sobre las rocas, por propia experiencia preferiría llamarlos pies de pato, pues su efecto en la practica es el inverso al que se espera). Agarré mi caña de 10 €, mi cubo de 60 céntimos y mis ganas de pescar (lo cual ya por entonces valía millones). Nos dirigimos, Ángela y yo, a Torremuelle City, como avisa el graffiti del cartel de entrada a la urbanización. Al llegar allí, subimos las cosas al estudio, y nos bajamos a la playa con los útiles de pesca y playa, "to emocionaos" ya que era nuestra segunda salida de pesca, y la primera, aunque llena de errores, nos había reportado experiencia suficiente para saber esta vez lanzar la caña al menos. Lo que no habíamos previsto es que esta vez, siendo nuestra segunda vez, iba a ser completamente diferente, pues no es lo mismo pescar desde roca, que desde orilla, no es lo mismo lanzar un plomo a un fondo completamente arenoso, que lanzarlo a un fondo lleno de rocas y algas, donde se produce lo que se conoce (por mi) como "efecto ancla". Pero bueno, ya todos saben, que eso de prever no va conmigo. La vida sin aventura es aburrida, con aventura, como bien decía mi colega Calderón de la Barca, es un frenesí (A la pregunta: ¿Qué es la vida?. Calderón de la Barca ha respondido: Un frenesí. Y el polígrafo determina que: Dice la verdad). Me siento muy identificado en dos aspectos de mi vida con Calderón de la Barca, una que pensaba que la vida era un frenesí y la otra que los dos tenemos algo que nos une al mar, yo, mi caña de pescar, y él, su apellido: De la Barca. No obstante, a pesar de tener cosas en común, todavía no hemos tenido la oportunidad de conocernos en persona, así que aquel día fui a pescar sólo con Ángela. Llevábamos de cebo un par de langostinos cocidos del Mercadona. Ensarté un trozo en el anzuelo y de pie en una de las rocas más altas (a lo Rafiki en "El Rey León") alcé mi caña (como si de Simba en su bautizo se tratase) y me preparé para lanzar. Con sumo cuidado para no resbalar, lancé (no muy lejos), pero lancé. Por aquel entonces yo no sabía que lo propio para pescar desde roca era un aparejo con flotador y plomo ligero. Para mí sólo existía el aparejo simple de plomo y anzuelo, así que utilizaba lo mismo para orilla que para roca. Cuando empecé a recoger para volver a lanzar, noté como algo se resistía y claro, viendo como algunos pescadores de mi alrededor sacaban alguna que otra pieza pequeña, pensé que me iba a estrenar. Pero ¡Dios! cuando vi que no había cojones de tirar de aquella "pieza" me imaginé saliendo a hombros por la puerta grande...¡MADRE MÍA! tenemos atún pa' tol' mes...mi decepción empezó a surgir cuando vi que aquello era imposible de sacar, pero no quedaba otra que insistir o cortar el sedal y con lo cabezón que soy, eso de cortar el sedal...podía esperar...clashhhh...latigazo del sedal y de la caña...me había cargao el aparejo de tirar con tanta insistencia y fuerza...de pronto el atún de mis sueños se convirtió en lo que realmente era...UNA JODIDA ROCA DE UNAS CUANTAS TONELADAS...clavada con ganas, como los icebergs. Menos mal que el hilo era de un grosor del 0,25...me dais un hilo de 5 centímetros de grosor y os saco la Fosa de las Marianas allí mismo. Aquesto es el llamado "efecto ancla", pues el plomo se agarra al fondo como una puta ancla y ni patrás, ni palante. Pocos aparejos salen vivos de tal efecto. Pero bueno, "más se perdió en la guerra de Cuba" pensé, aunque al instante pensé "como sigas perdiendo plomos a este ritmo, la guerra de Cuba va a quedar en ridículo". Con paciencia y tenacidad, montamos otro de esos aparejos simples, que me gustan a mí. Esta vez, viendo que casi un metro bajo mis pies, al borde de la roca sobre la que me encontraba paseaban depredadores cangrejos de considerable tamaño, me decanté por intentar pescarlos con caña aunque fuese fuera de agua (por entonces no sabía que para capturar crustáceos hace falta una licencia profesional de mariscador, así que si no la tienen, no lo intenten en casa). Ya había visto en ríos y mares como tales crustáceos se agarraban al cebo de pescadores sin piedad y eran los primeros en picar. Yo me había vuelto menos selectivo que incluso cuando empecé, en cuanto a la presa, así que ya no importaba lo que picase. Quería sentir que al menos un cangrejo se fijaba en mi cebo. Funcionó con uno pequeño, recogí, y cruelmente lo atravesé con el anzuelo, para utilizarlo de cebo, porque, por si no lo saben, los cangrejos son unos putos caníbales, se comen entre ellos. Bien, fui soltando sedal y el cangrejo de mi anzuelo, aún vivo, se posó (con el anzuelo en el culo) sobre uno de los salientes de la roca. No habían pasado ni quince segundos, cuando un cangrejaco como mi puño se avalanzó sobre el cangrejillo. Lo agarró con sus inmensas pinzas y, sin yo esperármelo, retrocedió con el almuerzo en sus pinzas, para volver a esconderse en su madriguera de la roca. ¿Qué pasa?, que los cangrejos tienen una fuerza desproporcionada a su tamaño, contimás, si van a comer, y si encima de todo consiguen entrar en su madriguera con tu cebo (que arrastra tu sedal en el culo), se vuelve a producir el "efecto ancla" pues las madrigueras de esta gente son laberintos dentro de las rocas, y como ya veis, los cangrejos son retorcidos pa' to'. En menos de 2 segundos han cruzao el Atlántico  atravesando todos los laberintos rocosos con tu cebo y tu sedal. Así que, durante el primer segundo intenté salvar el aparejo al menos, pero el perruno cangrejo ya se había apoderado de él, vaya lucha encarnizada en plan Hemingway, pero en vez de "El Viejo y el Mar", esta vez lo titularía "El Viejo y el Cangrejo" con rima y todo. Justo en plena lucha por sobrevivir, la marea empieza a subir, y una de esas primeras olas que cubren la roca, avisando de que la marea va a subir...arrastró mi cubo de 60 céntimos al agua...¡NOOO! ¡mi cubo si que no!...en ese momento, el mar era mi peor enemigo, me cagué en la sirenita, en neptuno, en delfi, en willy, en moby dick y en el puto capitán nemo. Corté el sedal, a la mierda otro aparejo, ni guerra de cuba, ni pollas, tengo que salvar a mi cubo de los chinos. Sin  soltar la caña, me acerqué al borde de la roca donde se había caído mi cubo. Me puse en cuclillas y con la caña como extensión de mi brazo (pero sin aparejo), intenté agarrar el cubo...¡ay! que no llego del todo, ¡uish! ¡uff!...se aproximó otra de esas olas como la que había tirado mi cubo, pero esta vez............me desequilibró a mi...¡waaahhh!...¡plop!¡plop!¡plofff!¡grrrr!¡splashhhh!...al agua con caña y todo...y los pies de gato...demostraron ser pies de pato, con patoso dentro incluido. Ángela, que estaba con unos niños cogiendo cangrejos con el redeño, miraba cada treinta segundos para ver que tal me iba...cuando miró y no me vio, se quedó algo estupefacta supongo, pues por allí no había rastro mío. ¿Quien iba a pensar que yo estaría en el agua con todo mi equipo de pesca (la caña y el cubo)?. Cuando me vi en el agua, con la marea subiendo y entre un montón de rocas, mi instinto fue agarrar el cubo y lanzarlo sobre las rocas, para salvarlo, y sin soltar mi caña me acerqué a la roca de la que había caído, para escalarla y salir de allí, con toda la adrenalina y el estrés subí la roca como si nada (consejo nº1: si caeis de una roca, siempre debeis nadar alejándoos de las rocas y una vez lejos de toda roca, nadad hacia la costa, nunca os aproximeis a la roca, pues es bastante peligroso). No sentía ni dolor ¡ni ná de ná!...pero al llegar arriba me vi el bañador hecho trizas (pues caí deslizándome por toda la escarpada roca) y la pierna llena de heridas por un lado y de...WHAT?...¡llena de púas de erizo por el otro lado!...el dolor debe ser siempre psicológico, porque yo no sentí nada hasta que me vi aquella masacre. La pierna se empezó a hinchar y enrojecer. Agarramos nuestras cosas y nos volvimos a casa con algo de urgencia, pues el dolor apremiaba, y la aventura había sido suficiente y peligrosa por hoy. Leí algo interesante que os puede servir en un futuro. Los erizos del mar Mediterráneo son diferentes a otros por una peculiaridad, lo bueno es que sus púas no tienen veneno, a diferencia de otros, lo malo es que en vez de veneno tienen unas bacterias chunguísimas que pueden producirte una infección suficiente como para que te tengan que cortar la pierna por encima del hombro. Otra putada grande es que, mientras que los erizos del resto del mundo tienen púas duras que se te clavan enteritas, los del Mediterráneo, tienen púas frágiles, que una vez clavadas en la carne, se rompen a ras de piel, por lo que la única manera de sacarlas es, haciendo pequeñísimas incisiones en la piel allá donde haya púas. Lo sé por experiencia, me saqué con dificultad todas las que pude, y es muy importante mantener la zona totalmente limpia y desinfectada en todo momento para no crear el hábitat idóneo de las susodichas bacterias. Muchas no podrás sacarlas, pero saldrán solas, si mantienes aquello en condiciones. Al limpiar y desinfectar, es importante frotar sobre las puas suavemente (aunque duela un poco), ya que así exfolias la zona y evitas que crezca nueva piel donde hay púas aún clavadas, si crece piel por encima de ellas, les será dificil salir por si solas. No obstante, estos son consejos caseros útiles para casos leves como el mío (dentro de lo que cabe), ante casos graves, siempre se recomienda ir del tirón a urgencias, allí saben bien lo que se debe hacer (al menos mejor que yo). He de decir, que quedaron muchas púas sin sacar, así que ese mismo lunes fui a urgencias de mi barrio a que me sacaran las restantes. El tío empezó a hacer incisiones con el bisturí....aaaaagggssshhh....como escocía, pero bueno mereció la pena, aunque no pudo tampoco sacarlas todas, y tuve que mantener aquello limpio y desinfectado como ya os he contado para que saliesen. Desde ese día pasé un par de semanas viendo como salían todas, una por una de mi pierna. Hasta que quedó vacía de púas y reluciente, las zolladuras también desaparecieron, y un año después ni si quiera puede verse marca, en realidad ni recuerdo bien qué pierna fue. Es interesante, como puedo recordar el dolor de aquellos días, sin ni siquiera recordar qué pierna fue. No sé si los erizos que me hicieron aquello siguen allí todos rapaos al cero riéndose de su gamberrada y acordándose de mi accidente, de lo que no hay duda es de que yo y mi pierna no podremos olvidarlos jamás.

1 comentario:

Ángela dijo...

Genial, genial , genial, como siempre....jajajajajaj.....Me acuerdo de ese dia como si fuera ayer...jajajjaja....Cuando miré y no te ví y de repente apareció el cubo volando desde el agua a las rocas, me faltaban piernas pa' llegar donde estabas....y vas y sales del agua con la pata llena de sangre...jajajajaj....pobre peque.
Y lo mejor fue cuando fuimos al médico que de los nervios me dio por reir y no podia parar y tu con cara de sufrimiento(la verdad es que eso de que te rajen la pierna sin anestesia ni na duele un montón, y mas teniendola tan inflamada como la tenias), tu me mirabas con cara de...."japuta no te rias", pero no podia parar.
Te quiero mucho feo, y muchas gracias por hacerme vivir tantas cosas maravillosas, CONTIGO ABURRIRSE ES IMPOSIBLE!!!!....