lunes, 31 de diciembre de 2007

Permitidme tutearos, imbéciles


No podía evitar copiar aquí este -desde mi punto de vista- maravilloso artículo sobre la educación en nuestro país, por Arturo Pérez Reverte. No eviten ustedes leerlo.

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Permitidme tutearos, imbéciles
Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años.
De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas.
Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña.
Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.
Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente –recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española–. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos». Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p’alante.
Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo. Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado.
Arturo Pérez-Reverte

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Nadie se lamenta...

domingo, 25 de noviembre de 2007

Edward D. Wood Jr.


Considerado el peor director de la historia del cine por la crítica. Pero para mí y muchos otros "cinefílicos" director de culto donde los haya. Yo denominaría su género como "realismo absurdo" debido a los detalles tan descuidados(y por tanto reales) teniendo en cuenta que el cine ordinariamente es la ficcionalización en parte de hechos reales o no reales...este director no ficcionalizaba, simplemente rodaba, y como el decía "positivaba" todas y cada una de las tomas. Si el actor tropezaba por accidente...en el resultado final de la película veríamos tropezar al actor, si chocaba con el decorado...así quedaría plasmado en la película. Ed, no era más que un pobre soñador, excombatiente de la Segunda Guerra Mundial, y que amaba travestirse, aún siendo heterosexual, era un americano con sus sueños como tantos otros. La diferencia es que no era como el resto de directores de su momento, ni de ningún momento en realidad. Hacía lo que sentía y soñaba con contar historias mediante su cine. Hacía cualquier cosa por conseguir un productor para llevar a cabo sus obras. Pero siempre fracasó...murió solo y considerado el peor director de la historia del cine...esta historia con un final triste para todos, sin embargo no lo sería tanto para este efusivo y optimista genio encerrado en una sociedad ajustada a esquemas y ceñida a todo tipo de decálogos inútiles, como muchos genios...nadie supo valorar su obra hasta postmortem, y uno de los grandes directores de la actualidad Tim Burton, supo reflejar grandiosamente la hoy insigne biografía de este joven atormentado con Johny Depp como papel protagonista...Edward Wood...Gracias y...Descanse En Paz...

jueves, 15 de noviembre de 2007

A CLERK ther was of Oxenford also,



Debido al completo abandono al que he sometido este blog por causas mayores (i.e. lack of leisure time), mi comentario sobre lo que a continuación transcribiré va a ser corto o nulo. Ya que paso el 90% de mi tiempo en la universidad, me gustaría sacar algo de jugo a la cosa, por lo que aquí os presento uno de los fragmentos que estudiamos del General Prologue, a las Canterbury Tales de Geoffrey Chaucer. Siglo XIV, y por tanto Middle English es la lengua original del escrito y la que por principios de fidelidad aparecerá aquí hoy. Ahora mismo no recuerdo exactamente por qué, pero me sentí identificado en ciertos aspectos con el personaje de este fragmento, quizá su amor por los libros fue la causa que me ha llevado hasta perder mi valioso tiempo y romper el letargo de mi blog para transcribir o copiar el trabajo de otros, debido también a mi totalmente perdida capacidad de concentración e inspiración en estos frenéticos momentos de estrés.

A CLERK ther was of Oxenford also,
That unto logyk hadde longe ygo.
As leene was his hors as is a rake,
And he nas nat right fat, I undertake,
But looked holwe, and therto sobrely.
Ful thredbare was his overeste courtepy,
For he hadde geten hym yet no benefice,
Ne was so worldly for to have office.
For hym was levere have at his beddes heed
Twenty bookes, clad in blak or reed,
Of Aristotle and his philosophie
Than robes riche, or fithele, or gay sautrie.
But al be that he was a philosophre,
Yet hadde he but litel gold in cofre;
But al that he myghte of his freendes hente,
On bookes and on lernynge he it spente,
And bisily gan for the soules preye
Of hem that yaf hym wherwith to scoleye.
Of studie took he moost cure and moost heede.
Noght o word spak he moore than was neede,
And that was seyd in forme and reverence,
And short and quyk and ful of hy sentence;
Sownynge in moral verty was his speche,
And gladly wolde he lerne and gladly teche.

martes, 9 de octubre de 2007

Breves Reflexiones

"Me cansé de decir -¡ésta es la mejor película que he visto en mi vida!-, y decidí cambiar la frase por -¡el cine es el mejor invento que ha visto la historia!-".
"Algunos ven el tiempo como una línea recta, otros como un círculo o incluso una espiral, sea cual sea su forma, lo seguro es que es continuo, pues tanto el ayer como el mañana tienen un poco del hoy".
"Pocos quieren escuchar al que tiene mucho que decir".
"No pierdas el tiempo mirando en el reloj la hora".
"Las buenas ideas siempre llegan cuando no tienes donde apuntarlas, del mismo modo que la memoria se va cuando más llena la tienes".

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Breves Reflexiones

"Escribo, no sé por qué. Solo que es la única forma de hacer que todos lean lo que no escuchan cuando digo".
"Es triste tener que ser perdonado, y no ser capaz de pedir perdón".

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"Pelea, guárdate una piedra en el bolsillo, para lanzársela a tu enemigo, pero sin soltarla, puede que necesites lanzarla una segunda vez".
F.C.R.
22/9/07

martes, 25 de septiembre de 2007

El Ingenioso muchacho Don Rebelde (El Faro del Fin del Mundo)


Mares, océanos, las aguas ocupan tres cuartas partes de éste, nuestro planeta, según los estudiosos. Sin embargo nunca habían ocupado ni lo más mínimo en la vida de nuestro longo caballero, cuya experiencia más cercana al mar fue recorrer un par de kilómetros de algún que otro paseo marítimo. El mundo era más hondo que alto, y aún las profundidades eran todo un misterio para el hombre. Algunos hablaron en sus libros de civilizaciones allá perdidas, otros de criaturas submarinas monstruosas, leyendas de marineros, quizá sugestionados por la tenebrosa alta mar. Todo por descubrir, aunque imposible en un tiempo en el que se carecía de medios para explorar dichos submundos en los que la atmósfera de la superficie no se atrevía ni a asomar la pata. Ahora estaba el joven en lo más alto de un faro en el extremo del espigón de un cabo del fin del mundo, tras caída la noche, o más bien caído el sol, y bien entrada aquella noche, seguía con la mirada el trayecto elíptico que la luz de aquel faro dibujaba en las turbulentas aguas noctámbulas, que parecían querer bronca con las rocas del espigón. A pesar de aquello, por lo demás era un lugar tranquilo, pues no había más boca con la facultad de hablar, que la de nuestro protagonista y la del guardián del faro, un viejo que parecía tener los doscientos años, pues la curvatura de su espalda era la mayor jamás imaginada, y el blanco de su barba, tan intenso como la cal que cubría aquella torre. La noche siempre era un momento de reflexión para el muchacho. Tuvo curiosidad siempre por subir a un faro, y el guardián lo recibió encantado, de lo que podemos deducir dos situaciones totalmente opuestas, o estaba acostumbrado a recibir visita y de ahí su hospitalidad, o nadie solía pasar por allí y su buena reacción se debía a la necesidad universal de compañía humana, que todos sufrimos cuando nos sentimos solos. Ya que no era fácil ni atractivo dirigirse hacia aquel inhóspito pero romántico lugar, la segunda opción se convertía en la más probable, y en consecuencia, Don Rebelde sentía empatía por el guardián, pues "soledad" era una de las palabras que no sacaba de su propia mochila. Sabía como aquel debía sentirse, día tras día, mes y año tras año, solo allí arriba, en el fin del mundo, con la sola compañía de las ruidosas y sucias gaviotas, y un haz de luz que lo único que aportaba era un toque de monotonía a lo lúgubre. Nuestro longo caballero llevaba toda una vida caminando solo, viviendo en su fuero interno, y saliendo, su conciencia, de un salto, sólo durante encuentros ocasionales y repentinos. El resto del tiempo, para él, el mundo real no era más que un reflejo de sus sueños, ilusiones, y visiones subjetivas. Su princesa seguía sin materializarse, y puede que así fuese durante mucho tiempo, pues dicen que la recompensa llega al final del camino, y en el caso de nuestro joven, quedaba un camino largo, y a veces lento, por recorrer. Pasó horas contemplando la inmensidad, la infinitud del mar ante sus ojos, se preguntaba si el viejo, en tantos años ante aquel panorama, habría conseguido ver algo más allá del infinito, pues para él, el escenario era un fondo negro sobre violento ruido de olas. El no ver nada, te ofrecía la oportunidad de dibujar tú mismo lo que querías ver. El estar solo ante el peligro, te permitía estar solo ante el placer, por lo que todo lo malo tiene parte de bueno, siempre. El ciego de nacimiento no tropezaba con nada pues había dibujado el mundo según referencias externas, pero lo podía colorear a su estilo, y vivir con alegría lo que el resto vivía como un día gris.
El señor mayor parecía haber rejuvenecido ciento ochenta años, pues lucía sonrisa de veinteañero, sin embargo no abrió el pico en horas. Pensó nuestro longo caballero, que a veces el simple hecho de tener a alguien cerca, contaba como compañía, y aunque fuese por unos segundos, valía ya por varios meses de felicidad para aquel lobo de mar varado en aquel faro, lobo solitario. Quizá el secreto de la vida eterna esté en saber disfrutar de los buenos momentos y echar mano de ellos siempre que sea necesario, si hoy alguien está contigo, deberá este hecho reconfortarte durante mucho más tiempo del que esa persona permanezca a tu lado, pues no sabes cuánto puedes tardar en volver a encontrarte con una buena compañía. Pocas o ninguna palabra del viejo del faro, bastaron a nuestro longo caballero, para ver algo más allá de aquel infinito. El fin del mundo acechaba a unos metros del lugar, y sin embargo el camino de nuestro viajante se extendía leguas tras aquel falso cartel de "Fin Del Mundo", que solo servía para atemorizar a los débiles, y hacer que en tal punto finalizasen su trayecto. Pero el longo caballero no era débil, al menos ya no, tenía la experiencia suficiente como para saber que el riesgo que corría al continuar su camino más allá de aquel cartel, era directamente proporcional a las posibilidades de descubrir nuevas verdades, que seguirían siendo un misterio para aquellos que allí diesen el viaje por terminado.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Breves Reflexiones

"No es la cobardía lo que inunda tu conciencia cuando pasan las horas de furia, hambre de venganza y valor, sino la razón que te hace seguir siendo un hombre de honor".
"La vida no es más que un puzzle sin su última pieza, disfruta de su belleza hasta la saciedad, después, termínalo y a la caja".

lunes, 3 de septiembre de 2007

A tí, escritor


A tí, escritor que aún no conozco más que por escasas pero extraordinarias incursiones en los medios. Espero saber de ti pronto, pues siento ansias por descubrir los pensamientos de alguien que tanto ha hecho por la literatura, o al menos eso creo, pues ya te digo, aún no se más que tu nombre, y tu apariencia de ser huraño y encerrado en si mismo, cuya única válvula de escape son las teclas de aquella vieja máquina de escribir que una vez te vi usando, cuando unos periodistas con cámara invadieron con tu permiso, el lugar donde diste vida a todas tus obras, de las cuales no he leído una sola, nunca tuve el empuje necesario para ello hasta ahora. Tú como tantos otros, últimamente has sido tan ignorado por una sociedad en la que las letras se desvanecen encerradas en libros aún plastificados, apilados en estanterías de casas, dónde simulan el falso interés de estas familias por la cultura, y adornan un vacío en sus vidas. El mundo de las apariencias es sano para la literatura, pues incluso quien no lee, compra libros para sus estanterías. Si compran libros, los escritores comen, pues no todos pueden permitirse escribir por placer, si estos comen, escriben nuevas obras, de las cuales alguna desvelará un secreto o tocará una fibra a la humanidad y pasará a la historia, así será conservada durante cientos y miles de años para que los que estén por venir sepan que fue de sus antepasados. Las palabras de nadie son en vano, todos tienen algo que contar, algo que decir, y sin embargo quedan en el olvido más libros de los que pasan a la historia, pues aún no, y parece que cada vez menos, sabemos valorar lo que dicen o hacen los demás. Quizá no sepamos escuchar la voz del mundo, o tal vez no querramos conocer las ideas de los que las quieren transmitir, por temor a aceptarlas, por envidia al no haber llegado tú a dichas conclusiones, o simplemente por simple indiferencia. No hay nada más triste que ella, la ramera indiferencia, que al igual que la ignorancia, le gusta ir con todos y cualquiera, acompañan a pobres, pero también, y no menos, a ricos, a feos, y no a menos guapos. Se transmiten como si del sida estuviésemos hablando, pues aquellos que no se interesan por saber, inconscientemente inculcarán la indiferencia a sus hijos, y estos a sus hijos, y así sucesivamente, hasta que nazca el que quiera elegir un camino diferente al de los suyos.
Nadie sabe, nadie sabe, lo que nadie quisiera saber...pues no saber es fácil y cómodo, desde el punto de vista práctico.
Muchos no leen por miedo a no comprender, muchos otros no escriben por miedo a no ser comprendidos, porque piensan que el escritor nace, y en parte es cierto, pues el escritor nace, aunque no en unos pocos, sino en todos los seres humanos, y sólo son unos pocos quienes despiertan su escritor interno. Ya digo que todos tienen algo que decir. Tú, escritor, fuiste uno de esos que supo despertar ese espíritu aventurero y arriesgado, para, sin salir de tu habitación, viajar a los rincones más recónditos del alma humana, más inmensa que el propio universo, pues en ella cabe lo que no puede oírse, verse, olerse, tocarse, ni gustarse. Cabe el infinito.
Escribo
para tí un pequeño homenaje, pues sé que lo mereces al igual que tantos otros que se fueron sin decirme adiós, de ti pensaron muchos que eras un jodido borde y altivo, aunque imagino que la culpa es del mundo, nunca del sufridor, has tenido que dejar esta vida de viejo para que yo me interese por aquello en lo que has trabajado a lo largo de toda tu existencia, tu literatura. Te marchaste hace unos días, pero los programas televisivos que ocupan la mayor parte de la parrilla hicieron más caso a otros en tu situación, quedaste un poco a la sombra sin merecerlo, la prensa rosa no habló mucho de ti, por lo tanto supongo que no serías rosa, pero ahora sé con toda certeza que eras mortal.


A Francisco Umbral (1935-2007)

D.E.P.

martes, 28 de agosto de 2007

Breves Reflexiones

"Cada uno tiene lo bueno que se merece, o se merece todo lo bueno que tiene. No así con lo malo. Si alguien no merece lo bueno que tiene, tendrá una parte mala, pues el bien atrae al bien y viceversa".
"Las cosas pueden ser dichas de mil maneras".
"Cuando alguien está solo, no es triste si no lo lamenta".
"Sonríe y actúa bien, sin esperar nada a cambio".

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"Aquellos a quienes llamamos sinvergüenzas, son en realidad los que más vergüenza tienen, pues son los que menos gastan de ésta".
F. C. R.
26/7/07

El Ingenioso muchacho Don Rebelde (El Señor de las Monedas)


Ha pasado algún tiempo, desde que me dispuse a hablaros por última vez de las andanzas de nuestro longo y ya conocido caballero. Quizá no una década, si quiera un lustro ni un año entero, pero tampoco horas, ni días, ni semanas, por lo que os dejo deducir que hace varios meses que no sabeis nada de él. Todo va bien, si entre vosotros puede encontrarse algún interesado sobre su estado de salud o ánimo, no tiene de que preocuparse, pues en este tiempo que he pasado alejado del narrar de los narrares, nuestro longo caballero ha sabido andar con ojo, aunque viviendo cada paso con más intensidad que el anterior. Ha llovido sobre mojado, también el sol ha achicharrado el asfalto de carreteras y el mármol de plazas urbanas. Nuestro protagonista tal vez pueda presumir ahora de lucir un rostro atezado a manos de fotones sin escrúpulos. Poco recuerdo ahora de estos últimos meses, un par de lecciones aprendidas y experiencias adquiridas por los, dulces o amargos pero, siempre repentinos encuentros con humildes lunáticos, con seres cuerdos y por ello altivos, con viejos, y con no tan viejos, que sin embargo siempre llevan algo en el bolsillo que enseñar, y de lo que todo viajante interesado y curioso puede aprender. De todos aquellos sucesos de los que soy consciente, he de destacar una fría y lluviosa mañana de verano, allá por las calendas augustas, cuando nuestro joven se adentró en pleno casco urbano de una importante capital costera, una de esas ciudades donde en invierno la humedad cala hasta los huesos y en verano, literalmente, dificulta la respiración y facilita la transpiración. El longo caballero siempre había sido un ávido lector, además de cinéfilo, como ya dijimos de él, de ahí su tremenda imaginación, quizás aquella princesa con la que soñaba cada noche no era más que un fotograma creado a partir de toda aquellas películas del género gangsteriano junto con retazos de pluma de todas aquellas novelas que había devorado en su corta vida. Como muchos o todos ustedes, bibliófilos, aceptareis, es imposible pasar por delante de un puesto de libros, especialmente de libros de viejo, sin pararse a echar un ojo, una mano, o las dos para llevarse ese ejemplar que sólo con el polvo de su cubierta sabe cautivarte y atraerte cual magnetita. La verdad, no importa que haya en su interior, pero ayuda encontrar alguna que otra nota manuscrita, pues el hecho de que otras manos años atrás hayan pasado esas mismas páginas le profiere un valor incalculable. Los libros de viejo son como las llamadas a líneas eróticas, pues el tiempo y el precio son directamente proporcionales en ambos casos, cuanto más minutos pasan en la llamada más euros-con-veinte suben a la factura, y cuanto más antiguo es un ejemplar de un libro, mayor es su precio (si el librero es inteligente y sabe diferenciar entre valor y coste).
El núcleo urbano de aquella ciudad yacía capitaneado por una plaza mayor, en la que casi a diario se alzaba el zoco, lugar de encuentro comercial, cultural, de ocio, y por el que pasaban pobres y ricos, puesto que había para todos los gustos y poderes adquisitivos. Allí se vendía la carne, el pescado, la fruta, el pan, los licores, las especias traídas del oriente próximo y lejano, libros que escondían todos los secretos que un escritor de cualquier rincón del mundo podía conocer, los juglares entretenían a las gentes, los hombres de armas vigilaban la paz del rey en esa zona del reino, y aún así los rateros robaban, los sicarios y psicópatas mataban, unos por dinero, otros por placer, los dos anzuelos principales que arrastraban a la humanidad. Los timadores y charlatanes timaban y embaucaban, el zoco era pues el lugar donde cada uno hacía lo propio. Pero lo que de verdad llamaba la atención del joven era aquel tenderete con códices y libros polvorientos, si hay adjetivo propio para nuestro protagonista, es el de curioso, y siempre ansioso por aprender. El puesto de libros quedaba aún a unos veinte metros pero el olor era muy característico y fácil de reconocer para un amante de aquel mundo.
Entre aquella incesante algarabía, nuestro longo caballero intentaba abrirse paso, no conocía a nadie, y tampoco buscaba conocer, lo mejor en tu primer día como forastero es no mirar mucho a nadie, dirigirte a tu destino, con la diferencia de que todas las miradas irán hacía ti una tras otra conforme roces hombros y codos, o pises dedos gordos. El dedo gordo del ser humano está diseñado de manera que cuando es pisado, sabe diferenciar entre un pie conocido y uno por conocer. Al conocido, ni caso. Caminaba nuestro joven protagonista por una angosta corriente que habíase abierto entre el barullo cuando de repente se interpuso un anciano muy anciano, de unos noventa años, abrió un pañuelo blanco de lino que llevaba en sus huesudas manos y mostró al longo caballero un puñado de monedas de plata, que por lo grabado en ellas, dejaban ver su antigüedad, y no parecían estar entre las actualmente en curso. El viejo vestía camisa y pantalón viejo, sandalias viejas y barba vieja y abundante, del pelo no diré lo mismo, debía ser cabellera jóven pues solo tenía tres mechones aún. El muchacho se vió abordado por lo repentino de la fantasmal aparición, pero tras unos segundos se recompuso y decidió abrir diálogo con aquel extraño ser, que a pesar de su espiritu vivaz, no había abierto la boca. Creo haber olvidado comentarlo, pero además de libros, cine y sueños, las monedas, aquel arte científicamente conocido como numismática, casualmente era otra de las aficiones de Don Rebelde, y aquel matusalén había parecido ser capaz de leerlo en su mente, pues plantó aquel puñado de monedas antiguas ante las narices del muchacho.
-¿Quién es usted?-preguntó el joven.
-Soy yo, ¿no me conoces?-espetó aquel abuelo como sorprendido.

-Para nada. Soy nuevo en la ciudad, de hecho estoy aquí de paso. Voy camino a ninguna parte, y en mitad de ese camino encontré esta ciudad-.

-Todos me conocen, los de aquí, los de allá, los de más allá aún. Soy conocido como el Señor de las Monedas. Me dedico a vender, y comprar monedas. Vendo y compro aquello que algún día se utilizó para vender y comprar de todo. Todos pueden poner precio a un cordero, a un kilo de trigo o a un barril de cerveza, y venderlo a cambio de dinero, de monedas, pero hay que poseer una virtud específica y especial para poder poner precio a las monedas, para cambiar lo que un día fue dinero por lo que hoy es dinero. Una moneda de oro no es canjeable por otra moneda de oro, si entre ellas hay cien años de diferencia, aunque marquen el mismo valor, y aunque con la más antigua se pudiese comprar un caserío y con la más nueva, el mismo caserío-.

-Yo no vendo, ni siquiera compro monedas, pero sí las guardo, las colecciono, allí por donde paso intento hacerme con monedas acuñadas en el lugar, también tengo algunas antiguas, heredadas de mis antepasados, o regaladas por amigos que las heredaron de sus ancestros, y que ignoraban el valor económico y emocional de éstas-explicó el joven.

-¿Tienes alguna que consideres un tesoro?, ¿alguna en especial que pienses que nadie podría comprar?, ¿o que tú eres uno de los poquísimos afortunados que tiene una pieza tal en todo el universo?-.

-En verdad sí, hay una...de hace unos 250 años...y pese a que un experto numismático afirmó que era falsa tras un leve vistazo, sigo creyendo un su autenticidad, sigo soñando con las manos por las que en 250 años ha podido pasar ese trozo de metal, para mí conservar esas monedas es como si guardases uno de los ladrillos de un castillo construido hace mil años, y cada vez que lo tocases o mirases, pudieses ver la mano que lo fabricó, la mano que lo colocó sobre los otros ladrillos, y finalmente la mano que disparó la bala de cañón que derrumbó el muro al que pertenecía dicho ladrillo. Cada una de esas manos pertenecía a un cuerpo, cada uno de esos cuerpos pertenecía a un alma, y cada una de esas almas tuvieron historias que contar, tan interesantes como cualquier otra, con altos y bajos, con aventuras y desventuras, con pecados y buenas acciones, y las monedas me cuentan parte de esas historias, secretos que ni siquiera sus dueños se atrevían a revelar, al igual que la paredes oyen, y por tanto cada uno de esos ladrillos saben más de lo que deberían, por eso el enemigo siempre empieza derrumbando los muros de nuestro fuerte, para dejarnos desnudos ante el mundo-dijo el joven con tono épico, como si de uno de aquellos juglares del mercado se tratase.

-Echa un ojo a las mías, quizá te interese alguna-dijo el anciano con mirada de hacer negocios.

El señor de las monedas, confiado, puso el pañuelo con el montón de monedas en las manos del joven, pues no hacía falta saber mucho de éste, para deducir su franca bondad. El viejo sabía que por muy amante de las monedas que fuese, el muchacho no robaría la miel a un oso. Nuestro longo caballero abrió el pañuelo y observó una a una las piezas. De repente acercó la vista a una de ellas, como si la conociese y quisiese asegurarse de haber visto una igual.

-¿Es ésta un columnario de hace tres siglos?-preguntó el joven retoricamente, pues sabía que de hecho lo era.

-Cierto, ¿acaso es una réplica de tu tesoro al que creías único?-respondió el señor con malicia.

-Así es-en tono algo decepcionado.

-¿Que ocurre?, ¿Sientes que el mundo se viene abajo por no ser poseedor de un tesoro único?, ¿te sientes estúpido por haber vivido con dicha ilusión?-.

-Así es-.

-La vida es así muchacho, unas veces se pierde y otras también, algunas se gana, pero para ver un triunfo tendrías que vivir al menos tanto como yo-.

-¿Dónde encuentra usted a gente que posea monedas de tal antigüedad?, yo pocas he encontrado, más bien ninguna, por ello he vivido hasta hoy pensando en ser de los únicos poseedores de tales tesoros, que imaginé ya casi totalmente perdidos-.

-Al menos tienes buena fé, chico. Si piensas como tesoros perdidos un par de monedas de tan solo 250 años, el mundo es mucho más viejo, y el hombre acuña monedas de muchos años atrás. A veces nos pensamos únicos en algo, y eso nos hace vivir con más intensidad, alegría, nos hace tener ganas de mostrar al mundo esa exclusividad de la que creemos ser únicos dueños. Hasta que creces, envejeces y conoces otra gente que poseen aquello mismo, y que también creyeron ser únicos hasta que te encontraron a ti. Por eso un niño pequeño es feliz, porque el padre lo enseña a leer y cree ser el único con padre que enseña a leer de toda su escuela, por eso un perro de familia es feliz, porque piensa que es el único perro en el mundo que tiene un dueño que lo alimenta y lo acaricia. Y por eso el humano adulto es tan infeliz por regla general. Porque no sabe vivir y a la vez conservar la inocencia de la infancia, aquella inocencia que le roba la experiencia. Sinceramente, si hay algo que pueda enseñarte hoy, es tan solo reafirmarte, no quitarte esa buena fé en todo lo que te queda, hoy has descubierto que no eres el único con un columnario de hace 250 años, pero seguro que quedan muchas monedas en tu colección de las cuales no conoces réplica aún, y quizá tengas la suerte de no conocer alguna hasta el último milímetro de tu camino, y esto te haga vivir con la felicidad e ilusión de un niño. Si quieres puedes quedarte con esa moneda igual que tu ex-tesoro, así podrás enfrentarlas cara a cara y recordar que a pesar de que esas monedas llevan 250 años con una cruz a sus espaldas, aumentan su valor con cada segundo porque siguen en el mundo, y que a pesar de no estar en curso legal, es decir, no se puede comprar nada con ellas, aún pueden ser vendidas por un alto precio, y muchos matarían por tenerlas en sus manos-.

-Gracias, señor de las monedas. Pero aún tengo una duda incontestada. Antes de su monólogo externo, pregunté que dónde encuentra usted a los dueños de esas viejas monedas que usted posee-insistió nuestro longo caballero.

-Tu eres uno de esos dueños de monedas antiguas, ¿cierto?-.

-Así es-.

-¿Fuí yo quien entró en tu ciudad?-inquirió el viejo sin esperar respuesta alguna-Tú moneda encontró a la mía-de ese modo el inteligente anciano dió por respondida la pregunta del joven, para seguidamente dar media vuelta, y desaparecer de la vista de nuestro protagonista entre el barullo de gentes para siempre.

viernes, 6 de julio de 2007

Live is Life (Diario de un músico escribidor)


Como bien cantaba el grupo Opus: "Live is Life" puesto que sin los conciertos en directo, ¿qué sería de los músicos? y más hoy en día con los problemas de la piratería digital, y con músico quiero referirme a todo aquel que expresa su vida o la de otros mediante la música, da igual el estilo, el instrumento, el lugar, la calidad, el dinero que se embolse o la cantidad de público de éste artista, puesto que para un artista verdadero, el placer no recae en las ventas sino en ver a la gente reaccionar frente a tu trabajo, ya sea bien o mal, si reacciona, no has perdido el tiempo en tus empresas artísticas. Pero, especialmente, cuando reaccionan bien, no existe palabra ni sensación equivalente a la de un músico cuando alguien se sabe sus letras, o cuando la gente parecer levitar al escuchar una composición suya, no importa si sólo es una persona tu público o si sólo se saben una frase de una canción, la sensación de grandeza, de conexión con otros seres que se sienten identificados con tu alma es incomprable, no vale ni un disco de oro, ni uno de platino, ni muchos, solo la aparición en una lista de éxitos se puede comprar, no así sucede con la permanencia en el corazón de los que te escuchan. No cambio el saber que hay gente que escriben una de mis frases en su blog en el apartado de citas favoritas, por todos los millones de euros y dólares del planeta. Ni el ver en un concierto en el que me subo al escenario, la escena de, aunque solo sea, una persona, tarareando un estribillo escrito por mí, o susurrando una palabra a la vez que yo al micrófono. El directo da la vida al músico, es una sesión de recarga de fuerzas, de ganas de seguir plasmando y transmitiendo tu experiencia, aunque solo sean cinco minutos, es suficiente para bajar y sentirse en pequeña deuda con aquellos que esperan su próximo trabajo.
A veces por falta de tiempo, dejas a un lado tu música, pero en cuanto puedes, vuelves a ella, o de lo contrario empiezas a sentir que estás traicionando tu pasión, tirando a los ríos palabras o sonidos que quizás jamás volverán a tí, pues como dijo Jorge Manrique, "la vida son los ríos que van a dar a la mar". Nada es más sano que dormir con un papel en blanco y un bolígrafo o lapiz junto a tu cama, ya que nunca sabes cuando puede llegar tu musa, y aunque muchos sean escépticos en cuánto a la inspiración, ésta es innegable, pues ya quieras o no, cuando dices o enseñas, tu experiencia fluye en tus palabras. Cierto, el artista nace, pero una pequeña aclaración, el artista no nace en algunos, el artista nace en todos, y despierta en aquellos que quieren que despierte, solo has de vivir creyendo en tí, no dejando romper tus sueños por aquellos rompesueños que acechan en cada esquina. Vive, no vendas tu alma a satanás para escribir las veinticuatro horas del día, y vive, pues la vida es la tinta, y el papel, y entre vida y vida, escribe con lo que has recolectado, enséñalo al mundo algún día, y aquel día en el que ya no estés, el mundo enseñará lo que tu enseñaste, serás eternidad sin estar presente, serás parte de una página de la historia, serás una palabra o mil, serás un sonido, una imagen en el recuerdo, pero serás por siempre jamás.

El Ingenioso muchacho Don Rebelde (sumario: El Día Después)


Todo el terror y los nervios quedaron disueltos en un cazo de agua hirviendo, volvió nuestro longo caballero a descansar como un recién nacido que ignora los peligros del mundo que le rodea.
Ahora quedaban soles y lunas libres, para emplear en reflexiones libres, sin verse condicionado por las presiones del paso desacompasado de los últimos meses. Ahora es tiempo de un viaje pausado y de mayor potestad a la hora de elegir ciertas partes del trayecto, al menos así podrá ser durante unos meses. Llegan los nuevos momentos, las pequeñas sonrisas de su gran amor con las que disfrutar en compañía de los infinitos sueños que en su cabeza bullían, y en compañía de los que las más de las veces lo acompañaban.
(Madrugada de aquel día, mes, y año)

1º Edición de los premios COMBOCARTE (Nuevos Formatos de Creación) Categoría Musical


Después de haber obtenido el Segundo Premio en la Primera Edición de COMBOCARTE con "A Paso de Tortuga". Aquí expongo el tema Primer Premio en la categoría de música "Be Careful" por Javier Carrillo Milla, expresando de este modo mi enhorabuena, ya que la composición es grandiosa y magnética, para el jurado desde luego, y para todo aquel que sepa valorarla. Si el concurso ha sido totalmente justo y legal, espero que este músico llegue lejos, y que dentro de unos años pueda decir que quedé segundo en la primera edición de un concurso a nivel regional organizado por la UMA, tras un gran compositor. Agradecer mi premio a las personas que me apoyaron siempre, y que confiaron en mí, especialmente a mi musa, sin la cual mis ánimos cada día no serían posible, y a mis padres. A todo el planeta por inspirarme para cada una de mis creaciones y a mi gran amigo y productor, que a pesar de todo siempre ofreció su música como refugio para mis letras, el cual espero que también llegue a lo más alto en la música, pues pienso que lo merece. Disfruten de la canción, y ¡hasta la próxima entrada del blog!.

martes, 3 de julio de 2007

Breves Reflexiones

"Toda práctica, tiene su teoría...pero no toda teoría tiene su práctica".
"Detalles en común no convierten a dos cosas en idénticas. Tonto y Talentoso empiezan por la misma letra".

lunes, 2 de julio de 2007

Mi habitación es mi biblioteca


Mi habitación es mi biblioteca, tengo mi propia biblioteca en mi misma habitación. ¿Para que ir más lejos que a unos pasos de mi cama? Eso es para el culto al cuerpo. El culto a la mente, como rito, casi siempre es íntimo, en una sala no muy grande, con poca compañía o incluso solo, poco ruido, luz suficiente para pensar y poder leer, y pasividad física, es decir, relajación extrema del sistema motriz del cuerpo. De hecho, la más de las veces, el estudio a solas con uno mismo proporciona los resultados más efectivos. Estudiar debe ser tomado como un método de meditación, de relajación y de crecimiento personal.

La biblioteca como almacén de la sabiduría universal es el mayor invento jamás contado, dicha grandeza para nada recae en el almacén de pseudoestudiantes en que algunas se han convertido. Entre éstas últimas consideremos especialmente las bibliotecas universitarias, las cuales permanecen abiertas al público estudiantil a lo largo de todo el día y casi toda la noche durante la época de exámenes, y el par de semanas que la preceden. Durante dicho periodo, éstas, especialmente los sábados por la noche, se convierten en un centro de ocio. A medianoche empiezan a llegar noctámbulos/as arreglados como si de allí fuesen directamente a la discoteca, cosa que no siempre sucede, ya que algunos deciden que las noches bibliotecarias son el mejor momento para ligar, beberte unos litros en la puerta, fumarte lo que pilles con los colegas, y luego, como dijo Joaquín Sabina, "entre besos y porros" hacer una paradita para estudiar algo y no sentirse tan culpable al día siguiente. No conozco la situación de las bibliotecas universitarias hace veinte años, pero casi con toda certeza, pondría la mano en el fuego por que en veinte años muchas parejas podrán contar a sus hijos que se conocieron un sábado noche en la biblioteca de la universidad, y quizás algún que otro futuro integrante del "proyecto hombre" o de "alcohólicos anónimos" podrá presentarse diciendo: "Hola, soy X, y mi adicción comenzó un sábado noche en las puertas de la biblioteca de la universidad...".

El mundo de las bibliotecas universitarias es un mundo en el que puede pasar de todo, aunque allí dentro lo que más pasa, son chicas con tacones y falda corta. Se dice que estos, a veces molestos, seres suelen pasar la noche paseando por las diversas salas de la biblioteca, como espectros, con la diferencia de que los espectros ¡no llevan tacones!. Aunque para la mayoría de los allí presentes, especialmente los de sexo masculino-heterosexual, amantes de la juerga y "tan misóginos como el fari", el "clac" de los tacones es el dulce y angelical aviso de que un cuerpo femenino con ganas de mostrar sus encantos se está aproximando. Si quieres contemplar un verdadero ritual de cortejo, no tienes más que pasarte por cualquier biblioteca de cualquier universidad una noche de fin de semana en época de exámenes, y al "clac" de los tacones ver a tu alrededor cientos de cabezas de tios con pocas ganas de estudiar olfateando en busca de faldas cortas. Normalmente, la asignatura que mejor se le da a los asiduos de la "biblio Kiu" es NINGUNA, sin embargo son los que más horas pasan en aquel lugar de estudio. Las empresas de máquinas de café y resfrescos pronto alcanzaran el top ten de las multinacionales más ricas del mundo gracias a esta especie animal. Tan solo tres o cuatro de estos individuos podrían superar los niveles de cafeina en sangre del resto del planeta. Además de los cafeteros, las empresas tabacaleras están enriqueciéndose también gracias a estos, contribuyentes en toda regla.

Otra de las características de este grupo social, o cultural, es que tienen siempre todos los apuntes de todas las asignaturas, pero...¡ni una sola página por su puño y letra!, por lo que nos hace llegar a la conclusión de que el superávit de beneficios del comercio fotocopistero durante los últimos años también es gracias a ellos.

Tengamos en cuenta, que debido a la, casi obligación, de tener que estar presente permamentemente en las bibliotecas de todo el mundo, no les queda tiempo para ir a ninguna clase en todo el curso, esto explicaría su alienación con el resto de frikis que sí van a clase.

Llamemos a la especie que hoy tratamos "homo bibliotecarius-universitarius", y hagamos énfasis en "universitarius" pues existe ya la especie "homo-bibliotecarius", ésta es la que va a la biblioteca a SÍ estudiar, pueden o no pertenecer a la universidad como institución, pero solo formarás parte de la subespecie "universitarius" si NO estudias en la biblioteca (y normalmente en ningún otro lugar).

Pues bien, el "homo bibliotecarius-universitarius" carece de libros y apuntes propios, pero paradójicamente rebosa de ganas por pasar días y días en la biblioteca antes de los exámenes. Algo a destacar, sería su ritual de fin de exámenes, en el cual, habiéndo suspendido hasta el impreso de matrícula, se va de moraga con los de su misma especie, y se pone ciego con todas las drogas que existen y se bebe a chupitos hasta el alcohol que encuentra en el ombligo de los ya inconscientes. Suele decirse que estos sufren una amnesia inminente debido a la cual olvidan todos los cafés de la época de exámenes y creen haber estado estudiando durante un mes, por lo que suelen aclamar "joder, al fin todo ha acabao, pero esta fiesta nos la merecíamos por to' lo que hemos currao", aunque parte del subconsciente del individuo del que tanto habló Freud, aún recuerda lo jodidamente vago y perro judío que ha sido durante la época de exámenes. El "homo bibliotecarius-universitarius" no ve problemas donde los otros sí, los días para él son largos como meses por eso suele consolarse con el "mañana empiezo" La vida de un "homo bibliotecarius-universitarius" suele transcurrir entre los 18 y 30 años. "¿30 años? Pues sí que tienen esperanza de vida los de esta especie", diréis algunos...a lo que yo os responderé: No, ¡esperanza de vida no! lo que tienen es esperanza de que sus padres les sigan pagando la carrera después de diez años, y de que los profesores les aprueben, aún sin haber empezado a estudiar.

Yo personalmente, prefiero evitar esas bacanales de fin de semana en la biblioteca de la universidad, pues no me concentraría y el poco estudio que hago, no serviría para nada. Por eso prefiero quedarme en mi casa estudiando sin maquinas de café ni ruido de tacones, porque...mi habitación es mi biblioteca, tengo mi propia biblioteca en mi misma habitación.

jueves, 28 de junio de 2007

El Ingenioso muchacho Don Rebelde (Los débiles de corazón)


De nuevo en el borde de aquel infinito camino, al cual, ni él mismo recordaba como había conseguido llegar de vuelta, se despertó con dolor de cabeza, apenas pudiendo abrir los ojos ya que, aunque no harían muchas horas desde el amanecer, los intensos rayos de luz de aquel sol, después de la tenebre oscuridad que invadió la noche anterior, atravesaban la retina del joven que incluso podía sentir como estos perforaban cada resquicio de su mente. Se estiró y bostezó tan placidamente como si hubiese pasado la noche en su hogar, en su propia cama, como si hubiese olvidado todo el miedo que sintió horas antes, perdido y solo, en el lúgubre bosque que ahora quedaba a unos metros de la punta de sus pies. En realidad su, ahora recuperada, sensación de seguridad no podía compararse con la que sentía en su propia casa, ya que no se si nuestro longo caballero alguna vez llegó a tener realmente refugio propio, o si siempre vivió en el camino. Sentía ganas incontrolables de levantarse y abrazar a aquella piedra, no sabía quién o qué lo había guiado hasta la roca de nuevo, no encontraba en sus recuerdos siquiera imágenes desdibujadas, todo era blanco, como si la conciencia hubiese arrancado las hojas escritas durante las últimas horas, y las hubiese arrojado al cajón del subconsciente. No merecía la pena encerrarse en intentar recordar el cómo de su vuelta, lo importante es que estaba bien, o al menos cerca de la única vía de escape. Su corazón palpitaba fuertemente, ya que el alivio lo invadió sin merced. La señora luna junto a sus vasallos, las estrellas, se había marchado al volver su señor, ahora durante el día, era hora de trabajar, las horas de vigilia te prohibían el descanso, éste era deber de la noche, pero te proporcionaban la seguridad que la madrugada intentaba robarte, si sabías almacenarla, estarías salvado, si abusabas de la protección de aquel señor, antes se marcharía, y por tanto más horas quedarías desamparado. ¡Sigue adelante, longo caballero!, pisa el polvo del camino lo más fuerte que puedas, para así levantarlo y confundir con una nube tu figura en aras de dificultar la empresa de aquellos que siguen tu rastro para arrebatarte el poco bienestar que llevas en tu equipaje. No porta espada alguna pues, como sabemos, es aún joven y su fuerza no da para más defensa que el puño, la patada y la rebeldía. Viste las botas que la mismísima Experiencia hizo para él como obsequio, por su paciencia, su constancia, y sus ganas de luchar. La Experiencia era conocedora de todos los caminos y rincones de éste y otros mundos, y por tanto era consejera apta. No había gota de agua que calase en las botas de nuestro viajero, no había guijarro que se colase por agujero alguno, pues no existía agujero alguno en las suelas de una obra maestra de la Experiencia. También ésta, regaló unos guantes de piel al joven, para que con ellos pudiese acariciar las malezas que aparecen en tramos dificultosos del camino, y sentir las espinas del cardo borriquero tan suaves como los petalos de la rosa, así nuestro viajero sabría disfrutar de la dulce fragancia de los momentos dificiles.

Lanzó una mirada noble al horizonte, consiguió ver la nada del todo, tan importante era aquella línea que separaba la misma tierra del cielo, y a la vez tan invisible, que sólo el sabio se paraba a contemplarla. Nuestro inexperto y longo caballero, a pesar de inmaduro, tenía a veces un vislumbre en sus ojos lleno de saber, como si cualquier filósofo clásico se aprovechase, de tarde en tarde, de la debilidad del joven, para poseerlo por unos instantes y poder, miles de años después de haberse marchado, ver el mundo a través de los ojos de un vivo. De ahí que el muchacho, de tarde en tarde, fuese invencible, y capaz de ganar cualquier duelo de miradas a un rey, si se lo ponías por delante.

Una jornada calurosa, más que las anteriores, unos 35 grados ya, por encima de la escala de Celsius, y el reloj no habría pasado aún del mediodía. Estaba en un punto donde todas las ciudades quedaban lejos, y los pueblos ya no estaban de moda, el último éxodo rural causó que, de cuando en cuando encontrases poblados de casas y pequeños edificios totalmente desiertos.

Fuera de las urbes, el longo caballero, nunca se había atrevido a apartarse del camino, exceptuando la noche anterior, que por sed y curiosidad, ¿por qué no por ser los planes del destino? se hubo alejado unos metros, tan largos como leguas, lo cual aunque peligroso y osado, por suerte acabó aparentemente bien, ya que lo único de aquello que quedaba grabado en su memoria, era la lección que aprendió, lección de humildad que suponía una carga más en su equipaje, pero que a la vez le daba fuerzas de sobra para aguantarla.

No llevaba reloj, ni brújula, ni calendario, hubo un tiempo en el que llevó, pero los perdió, tampoco sabía ni en dónde, ni cuándo exactamente, tampoco le preocupaba, por lo que usaba su intuición, y fenómenos naturales como la posición del sol, el clima, el musgo de los árboles y la dirección del viento entre otros, para orientarse en tiempo y lugar.

Eran muchos los caminantes, y viajeros, en realidad el mundo en aquella era ya no era más que una red de caminos en la que podías aparecer en cualquier lugar del planeta y encontrarte con cualquiera. Aquel mundo era viejo, como una vez un señor plasmó en las primeras páginas de su diario sobre cierta ciudad, en éste las piedras no parecían huevos de dinosaurio, pero porque el planeta era tan antiguo ya, que nadie recordaba qué era un dinosaurio. Todos tenían tantos kilómetros por recorrer, y la incertidumbre embargaba su alma de tal manera, que nadie tenía tiempo para pensar en un pasado tan remoto, por ello vivían soñando en cada parada del viaje, cada uno en su mundo, nunca mejor dicho, pues cada uno estaba más cerca de su imaginación que de la realidad, por lo que entonces, los viajantes tenían un mundo que los conectaba, el real, y otro, el imaginario, que los hacía totalmente diferentes entre sí.

La mayoría era fiel a su trayecto, y lo terminaba respetando las sendas permitidas y evitando las prohibidas. Pero aún así, también existían ciertos grupos minoritarios, que habían desistido en el viaje, o que habían tentado a las percas del destino, saliéndose de las sendas permitidas y siendo condenados a no saber que hubieran encontrado al final de su viaje. El longo caballero, nuestro protagonista, aún no habíase encontrado con ningún ser condenado más allá de los bordes del camino. Para él, desde anoche, lo prohíbido suponía un proceso del no saber al saber, ya que pensaba que al igual que había pasado esta vez, de todas las veces podría sacar una nueva lección y asi convertirse en el experto caballero, dejar el adjetivo longo, colgado con honor sobre la rama de algún árbol, y vestir su nuevo título. Cualquier oportunidad de nueva aventura, para él siempre había sido un desafío y una sensación de éxtasis deliciosa, por lo que en cuánto se le presentase la ocasión, se lanzaría sobre ella.
Los seres condenados más allá del borde del camino, eran los débiles de corazón, ya que habían sucumbido a la curiosidad y caído en el foso del morbo, quizás el fuerte deseo de nuestro joven por poder volver al camino, al verse en peligro o al menos al sentir pavor, lo salvó de la condena. Se dijo pues para sí, que fingiría el mismo deseo cada vez que buscase aventuras fuera del trayecto predeterminado, para así engañar al destino durante unas horas, y poder adueñarse educadamente de los secretos que cada pueblo de condenados custodiase.

Debía haber estado pensando todo eso en voz alta, pues tenía la boca seca. Urgía buscar agua, donde fuese, era una buena oportunidad, si necesario, para apartarse del camino. Pero tras unos cientos de pasos más, parecía haber sido perseguido de nuevo por aquel guardían al que no podía ver, pues de bruces se dió con un pozo. Casi desfallecido por el estupor y la sed, sacó fuerzas de flaqueza para correr hasta aquel pozo de piedra, en busca del balde que elevase el dulce oro insípido e incoloro hasta su garganta. ¡Maldición! la bendición se presentó de la mano del infortunio, pues el agua estaba a una veintena de pies bajo tierra, y el cubo no esperó a que llegase nuestro viajero, si esque alguien puso un cubo allí alguna vez. La ilusión de hace segundos se desmoronó. En una de las piedras del pozo podía leerse: Lo que tú aprecies como oro, los demás protegeran como el mayor de los tesoros. Y sí, era cierto pues, que para un caminante sediento no había bien más preciado que el agua, especialmente por aquellas fechas de extremo calor.

El muchacho desesperado, y casí delirando, como no era extraño en él, se apoyó sobre el borde redondo de aquel pozo, y...adentro, comenzó a descender con la espalda contra un lado del pozo y ambas piernas contra el otro, afianzando sus movimientos con un pie antes de apoyar el otro, asegurando su equilibrio, intentando aferrarse a las piedras del interior del pozo con la ayuda de sus dedos entumecidos por el cansancio, sin actuar con desenvoltura, sin embargo ya quedaban sólo unos metros para tocar el agua y beberla sin límite, sin nadie que le molestase, ni le cobrase por ello, y seguramente su sed se vería saciada antes de verse el agua del pozo agotada. Pero cuando ya la distancia entre el muchacho y el agua era de centímetros, perdió pie, era extrañísmo, sintió como su pierna se hundió en el eje vertical más allá del muro del pozo...era un agujero, más bien parecía una especie de túnel, pues en su diámetro cabría incluso un hombre gordo como un barril. Nuestro longo caballero, tenía más ganas de curiosear que sed, por lo que se adentró tumbado en el tunel, reptando durante unos cien metros ya, que aunque nos parezcan pocos, se hacen largos cuando te invade un temor por desconocer lo que puedes encontrarte, y cuando te sientes como el jamón de un bocadillo, casi aplastado entre muro y muro. Después de otros tantos metros recorridos, se encontró con una bifurcación, la causa de no extenderme en su duda por la elección de cuál de los dos túneles coger, es que lo tuvo claro desde que vio ambas opciones, siempre eligiría la izquierda, pues seguro sería la opción menos aburrida, aunque con toda seguridad la más temeraria. El final de este túnel de la izquierda lo llevó a una pequeña galería, lo suficientemente alta como para permitirle ponerse en pie. Una vez en pie, se enfrentó a una puerta de madera, con pinta de muy antigua, ¡espera! ¿como iba a seguir, sin antes haberse preguntado siquiera, que hacia allí él y que hacían allí esos túneles subterráneos?, ¿qué habría encontrado si hubiese elegido el tunel de la derecha? eso ahora era dificil de resolver, e inútil, había soñado con aventuras como ésta, y ahora que tenía delante la puerta que podía llevarle hasta ellas, empezaba a cuestionarse todo lo que antes nunca se cuestionó. Decidido, llamó a la vieja puerta de madera, una vez, otra...y una última tercera vez, al comprobar que nadie contestaba, se animó a agarrar el oxidado pomo e intentar girarlo, con un fuerte chirrido, giró, y la puerta crujió al abrirse ante él. Entonces...no pudo dar crédito a lo que veía, una inmensa galería construida por el hombre, como el hall en el que se enfrentó a la puerta, la diferencia es que esta galería era enormemente más espaciosa...y albergaba...¡gente!...¡no era el único que hoy estaba en aquellas entrañas subterráneas!, el grupo no era muy grande, aproximadamente unas veinte personas, ¡espera!...no eran simplemente personas, tras un segundo vistazo confirmó que no había un solo hombre, todos los ocupantes de aquella galería eran féminas, casi todas viejas, también muchas jóvenes, pero tremendamente feas, con rostros espantosos, y algo peculiar todas ellas en su vestimenta, parecían llevar allí viviendo unos quinientos años, pues la moda había cambiado mucho desde sus ropas hasta las de los del mundo de ahí arriba, todas miraron al joven con cierta malicia, como si fuesen a hervirlo para comérselo y lo estuviesen celebrando antes. Pero el longo caballero era valeroso, y se acercó a la que parecía más mayor y líder del grupo. No temían la presencia de un hombre, mucho menos la de un muchacho, era nuestro joven quien parecía no sentirse muy agusto, llegó hasta allí realmente empujado por la curiosidad, y se acercó hasta la señora, empujado también por esta, quizá traicionera curiosidad.

-¿Dónde estoy?-preguntó el joven.

-Estás bajo tierra-respondió la vieja mujer.

El longo caballero se sintió estúpido por la respuesta estúpida que una estúpida vieja le había conferido.

-Bajo tierra, ya imaginaba, pero, ¿quienes sois vosotras?, ¿vivís aquí?-se impacientó.

-Ese tipo de preguntas debería hacértelas yo a ti-respondió la anciana en todo su derecho y con razón, pues fue el joven quien invadió el hogar de éstas.

-No tengo nombre, pues no tengo a nadie que me llame, ni vivo en ningún lugar más que en camino a ninguna parte, soy viajero y caminante-respondió nuestro longo caballero, del cuál debo aclarar que Don Rebelde no es su nombre, sino un simple apelativo que utilizaré para titular su vida, debido a su característica primordial, la rebeldía.-Vengo del mundo de arriba, bajé a beber agua a un pozo sin balde, y he llegado hasta aquí-.

-No estamos acostumbradas, ni nos agrada la presencia de los habitantes del mundo de arriba-respondió la vieja.-Vivimos aquí desde que nos condenaron ellos, hace mucho, mucho tiempo, antes de que me preguntes, vivimos solo mujeres, pues nuestra raza es diferente de la que tu provienes, en mi raza en mi generación, la mujer domina, y el hombre sirve como esclavo, la próxima generación será dominada por los hombres, y las mujeres servirán como esclavas de ellos. Si ambos sexos jugásemos el mismo papel a la misma vez, conoceríamos igualmente el secreto de nuestra raza, y habría conflictos, por los cuales una de las partes podría traicionar a la otra desvelando el secreto al resto del mundo-.

-Y, ¿cuál es vuestro secreto?-inquirió nuestro curioso protagonista.

-La maldad-contestó la vieja.

-¿La maldad?-.

-Sí, somos profesionales y expertas en hacer el mal, el secreto fue pasado a nosotras por nuestros padres, y a ellos por sus madres. Hasta que mi raza fue condenada, el gobierno del mundo nos contrataba para asesorarles a la hora de hacer el mal-explicó aquella abuela con cara de maldita bruja, ahora más espantosa, tras haber desvelado su secreto al jóven.

-Bueno, el mal, bien, vale, pero...si es tan importante el secreto de vuestra raza, ¿por que se lo confiais a un desconocido como yo, a la primera vez que os lo pregunta?-.

-No lo entiendes, todo el mal del mundo es obra nuestra, conocemos todo lo malo de ahí arriba, todos los pensamientos malvados, los deseos malditos, los actos malintencionados, pues mi raza es quien los crea, y los pone en las cabezas y corazones de los de ahí arriba. Si tramases cualquier maldad, o tuvieses un pensamiento impuro en este momento, lo sabriamos perfectamente, de igual manera he sabido que preguntas y actuas aquí y ahora con buenas intenciones-.

-Cierto, en realidad, encontré el camino hasta aquí de casualidad, y me acerqué en busca de aventura o de algo nuevo que aprender-a pesar de lo extrañísimo de la situación, de aquellos seres y aquel lugar, el joven no parecía muy sorprendido, quizá su experiencia con lo extraño vivido en sus sueños, le impide diferenciar realidad de ficción-¿Tenéis algo que enseñarme?.

-Lo siento, pues sólo sabemos hacer el mal, cosa que podríamos enseñarte, pero el mismo gobierno que usaba a mi raza de malhechores, nos condenó hipocritamente, cuando temieron que desvelásemos nuestro secreto al resto del mundo, y perjudicásemos su estatus de poder. Has de andar con cuidado por allí arriba, seguramente te habrán hablado mal de los pueblos condenados, los seres débiles de corazón, nosotros somos uno de esos pueblos, ya en extinción desde que dejamos de hacer falta ahí arriba, encontrarás a otros tantos desterrados, pero a ningún otro pueblo enterrado, pues el gobierno del mundo de ahí arriba nos consideró la raza más peligrosa, temen que digamos las verdades que conocemos, y aquí nos han hundido, cuando pegaste, nadie te abrió la puerta pues no podemos, es imposible, desde dentro no se puede abrir, solo si alguien llega desde fuera puede entrar para conocer parte de nuestra historia, no cualquiera puede acceder a ésta galería, sino sólo aquellos virtuosos con el don necesario y las ganas para luchar y con cuidado de no ser descubierto por el gobierno,difundir nuestro secreto entre los habitantes del mundo para conseguir algún día la revolución de los pueblos contra el poder, y marcharse por la puerta del extranjero-.

-¿La puerta del extranjero?-.

-Es una puerta por la que solo pueden escapar los osados que vengan del mundo de ahí arriba, como tú, después de escuchar la verdad de nuestra raza, te llevará directamente a la superficie, solo has de subir un pequeño tramo de escaleras, y aparecerás, justo junto al pozo donde pausaste tu viaje. Así que, ¡vamos! date la vuelta, la puerta está justo detrás tuya-.

El joven no supo de dónde diablos salió aquella puerta que minutos antes allí no se encontraba, pero se limitó a hacer caso a la anciana, y cuando agarró el pomo para abrirla y marcharse de allí, se giró una vez más y preguntó a la anciana:

-¿Cuál es el nombre de vuestra raza?-.

A lo que la vieja respondió con perspicacia.

- Mi raza ya no tiene nombre, pues ya no tiene a nadie que la llame.

El joven quedó desconcertado por las palabras de aquella mujer y por la experiencia esta vez vivida, abrió la puerta...y se marchó.

El Ingenioso muchacho Don Rebelde (Insomnio de Una Noche de Verano)


Una parada en el camino, de esas para reposar el cuerpo y la mente tras una larga jornada de viaje, una simple calada a la pipa de opio para evadirse durante unas horas de la realidad, la cual, según intuía nuestro longo caballero, presentaba un largo trayecto por venir, y digo intuía, ya que antes dije que nuestro protagonista andaba y andaba sin conocer ni el cuándo, ni el cómo, ni el dónde de la meta, tan solo era consciente del por qué, andaba por el simple hecho de llegar, y así lograr resolver los enigmas recién citados.

Aquel día, no por gusto, sino por falta de techo, el joven disfrutó de una noche a la intemperie, bajo la luz de una luna y un puñado de estrellas. La luna conservaba su talante de señora feudal, que cada noche, en ausencia del sol, señor y dueño de las tierras, se hacía cargo de las estrellas como vasallos suyos que eran. Los vasallos temían al señor, por eso cuando él aparecía, todos se ocultaban, y tras su marcha, en multitud volvían a aparecer, ya que era vox populi, que la señora era responsable e incluso mandona, superior e incluso altanera, pero tenía piedad, y a la vez era bondadosa, por lo que ante ella no había nada que temer, cuando volviese el señor, la señora encubriría a sus vasallos, la luna escondería a sus estrellas, y todo volvería a parecer normal. Durante el día, el trabajo era duro, pero la noche era diferente, donde la ternura del alma mater reinaba, hasta el más debil y cobarde se sentía protegido y con fuerzas suficientes para levantar castillos en aquel aire denso y húmedo, pero no fresco, de la noche, donde la imaginación se dejaba llevar y fecundaba la creatividad de todo ser pensante que se cruzaba en su camino.

Nuestro longo caballero se recostó sobre una enorme piedra al borde del camino, la piedra parecía coincidir en caracter con aquella luna, ya que era muy dura, pero a la vez lo bastante cómoda como para permitir a los viajantes descansar sobre ella, tenía el mismo toque de dureza humilde, que infunde respeto y a la vez cariño. Las calendas de agosto se hallaban cerca, muy cerca ya de aquella noche, y el calor respirado durante el día por los bosques junto al camino, ahora estaba siendo expirado en toda la faz del joven, parecía como si aquellas arboledas se sintiesen incómodas ante la presencia de un forastero y quisiesen abrumarlo hasta conseguir expulsarlo de sus tierras. Ahora, hasta en plena naturaleza, se sentía rechazado, ni siquiera aquí formaba parte de un algo, de un todo, o de un nada, simplemente, no formaba parte.

El aire casi asfixiante no consiguió levantar a nuestro longo caballero de aquel lugar, pues si algún adjetivo lo calificaba de forma correcta, ese era el de rebelde, si querían echarlo, aquellos árboles tendrían que arrancarse de raiz, dirigirse hacia él, y pedir educadamente su marcha del lugar, de otro modo, tendrían que acabar con su alma, pues era lo único que le quedaba. Además, sería imposible echarlo de allí aquel día con aquella bruma, pues su cansancio era mayor a sus ganas de seguir viviendo. Aunque lo que sí consiguieron, fue producirle insomnio durante toda la noche. Pasó la noche ahogado en sus pensamientos, soñando despierto, de vez en cuando cerraba un ojo, luego lo abría para cerrar el otro, pero intentaba tener siempre uno alerta en caso de que fuese necesario, la soledad tenía cara de pocos amigos, y aunque llevase ojos en la espalda, de nada servían tumbado bocarriba. De aquellas ocho horas que tardó el sol en volver a salir, pasó la mitad imaginando como de diferente sería aquel viaje, aquel camino, en compañía de su amada y deseada princesa. Disfrutaba diciéndose para sí, que si fuese el más rico caballero jamás conocido, convertiría en reina a su princesa, pero que si jamás llegase a serlo, no le importaría compartir los minutos con una princesa, ya que era igualable en honor, pero superior en belleza debido a la juventud de las princesas sobre las reinas.

Aquel tramo del camino no estaba iluminado, por lo que la percepción del entorno mediante la vista era imposible, más que dificil. Los sonidos de la naturaleza eran la brújula de nuestro joven por aquellos lares. Aquella noche se hizo tan larga como medio año, y debido a los calurosos últimos días, el joven se había bebido todo el agua habida y por haber, con la tremenda desgracia de no haber encontrado fuente o corriente alguna para llenar de nuevo la panza de aquel oro insípido e incoloro pero lleno de vida. A las pocas horas de estar sentado sobre aquella enorme piedra entre el camino y los bosques, sin haber sido instruido para tal empresa, como si de un instinto de supervivencia se tratase, supo interpretar perfectamente el croar de un sapo, el cual sin duda, advertía la cercana presencia de agua, se levantó, dejo a la piedra a solas con el camino, y justo al pisar el umbral de aquellos bosques sintió un escalofrío espantoso invadir todas las venas y arterias de su cuerpo, pero no se dejó engañar por el temor, pues el temor solo era para cobardes, y él era un longo caballero armado de valor y de una sed incontrolable, caminó unos metros sobre las hojas caidas durante el pasado otoño, tan remoto era aquel lugar, que nadie se ocupaba de pasar al comienzo de la primavera a barrer los desechos de las estaciones frías, ni siquiera el viento. Las hojas, por secas, crujían al pisarlas a su paso, era extraño, pues el calor que expulsaban los bosques, parecía provocar la sensación de una gélida atmósfera en lo más profundo de estos. Todo apuntaba al terror, allí dentro parecía estar viviendo una noche de diciembre en plena selva negra. Por suerte para él, el croar de aquel sapo, se convirtió segundos después en el canto de su ángel de la guarda, pues lo guió hasta un arroyo donde el agua corría en abundancia, y fresca como si proviniese del mismo polo norte. ¡Ohh! eso sí que era vida, ya no importaba el aire caliente, aliento de aquellos árboles, pues alguien cuidaba de él, aunque no podía verlo, bien por la intangibilidad de aquel guardían, o igualmente posible, por la oscuridad de aquellos bosques, donde los frondosos y por ello, malditos árboles, no dejaban pasar la luz de la luna. Una pregunta no invadió su conciencia hasta el momento de quererse volver, ¿quién o qué sonido podría ahora guiarlo de vuelta al borde del camino?, y una duda de mayor transcendencia, ¿por qué demonios las piedras no hablaban o al menos tenían gritos de aviso?, se encontraba entonces desconcertado y perdido, en mitad de un bosque, que junto a la soledad, tenían cara de pocos amigos, estaba totalmente seguro de que la expresión "estar en la boca del lobo" se le ocurrió a alguien en aquel lugar exacto en su misma situación. Junto al camino, tenía la posibilidad, si necesaría, de escapar, correr siguiendo el trayecto que los bordes de éste le marcasen, pero allí dentro, tenía todo y a la vez nada, tenía el agua que llevaba todo el día necesitando, pero no tenía forma de escapar de lo lúgubre del momento. Los pequeños animales, para él, esa noche eran fieras aterradoras, pues al menor ruido, nuestro longo y valiente caballero mostraba su faceta más cobarde e infantil. Se dió cuenta que no estaba preparado para ser aquel gángster de sus películas, si temía pasar una noche sola en un bosque, ¿cómo sería capaz de apretar el gatillo y acabar con el alma de un inocente?. Se odiaba en ese momento, sobre todo porque la sed, una necesidad física, había cortado el hilo de su conciencia mientras soñaba con su dulce princesa. Se dejó llevar por lo terrenal, y abandonó, el mucho más bello y agradable mundo de su imaginación. Se acordaba de aquella historia del viejo libro, donde los humanos vivían felices y en paz, hasta que quisieron tentar a la suerte, y probaron lo prohibido, la maldición cayó sobre ellos, y él al parecer, acababa de tropezar sobre la misma piedra, no podía culpar a nadie, pues nadie puso aquella piedra en medio de su camino, el fue quien paró a descansar y eligió la roca como lugar donde reposar pensando que todo iría como cada noche, pero ya dije que aquella parada no sería otra cualquiera ya que las anteriores fueron bajo un refugio que limitaba su visión del mundo más allá del techo. Ésta, fue la primera noche al aire libre, Aquella noche, la sed y el calor no le dejaron dormir, un simple sapo le traicionó, el crujir de unas hojas secas lo aterrorizaron, y un montón de árboles le ocultaron la luz que le hubiese guiado de vuelta al camino, nadie se acuesta sin saber algo nuevo ni siquiera nuestro longo caballero y por ello los bosques no le dejaron dormir sin antes enseñarle una de las primeras y más importantes lecciones de su viaje, da igual lo valiente, lo fuerte, lo rico, lo poderoso o lo confiado que seas, siempre existirá quien te asuste, te apalee, te compre, te ordene y te haga sentir ridículo.
Quizá la piedra no quiso ser complice del resto de aquella noche y hacerle tropezar sobre ella, quizá quiso ser amiga del joven y avisarle del terror que le esperaba en el bosque, el terror de madurar, y tener otra lección a la que atenerse, pero desgraciadamente, las piedras no hablan, ni tienen gritos de aviso.

viernes, 22 de junio de 2007

El ingenioso muchacho Don Rebelde (De Delirium)


Nuestro longo caballero, no sucumbió a los estupefacientes como el mayor por ciento de su generación, no obstante, al igual que el resto de las gentes que sí utilizaban la droga como medio de evasión, éste también estaba condenado a sufrir de delirio en un mundo donde todo es inútil, donde no importan tus sueños ni tus intenciones, ya que tu vida está escrita y sellada justo el minuto antes de que llegas a la vida. Las fuentes de este delirium tremens no tienen por qué venir del exterior, pues hasta el cerebro del más inepto de los seres humanos es suficiente para crear un mundo en su interior, condicionado, claro, por el insumo de información de nuestros primeros años, y por las reflexiones casi incondicionadas a las que nos llevan los "por-qués" de todo lo que nos rodea. Un viaje al centro de la tierra, similar al presentado por Verne, pero eligiendo en este caso nuestro cerebro como destino, nos bastaría para quedar con la boca abierta hasta el fin de los días, pues el cerebro de uno mismo puede llegar a ser nuestro mayor desconocido. Es el que nos mueve, el que nos hace pronunciar palabra, el que nos hace sentir, sin él, el corazón es sólo un músculo, pues él dirige cada terminación nerviosa que contenemos. Pero a su vez, sin el corazón, el cerebro no es más que masa inerte, la tierra de Julio Verne sin la inercia que siendo tan nada, es la que hace girar a ésta sobre sí y a su vez alrededor del astro sol.

Ya que aclaramos que la fuente del delirio de nuestro protagonista no era droga alguna, debemos explicar pues que es lo que le hacía ver las calles diferente al resto. He de decir que nuestro joven, era gran aficionado al cine, y ya que su gusto no se solía corresponder al del resto, solía ver los filmes a solas, en total silencio, y a oscuras para no vislumbrar más que la luz de la pantalla, y así durante las horas que estos durasen, viviése junto a sus personajes, sin intervenir en la escena, pero sintiendo el olor de los escenarios, y observando cada acción desde cerca. Había visto éste tal cantidad de películas de gángsters ambientadas y producidas en los mismos "felices 20" que soñaba con ser Tony Camonte en "Scarface, el Terror del Hampa" o Tom Powers en "El Enemigo Público", controlar todo el tráfico ilegal de alcohol durante los años de ley seca en los Estados Unidos, sobornar a los regidores de la ley, y ser alabado incluso por los altos cargos de la ciudad. Según el joven, nada hay más satisfactorio que el respeto por admiración, y en caso de que sea necesario, imponerlo mediante el temor. Aprendió las formas, el habla, e incluso si por el fuese, vestiría con sus trajes y sus clásicos sombreros por las calles del recién entrado nuevo siglo llamando la atención de las gentes debido a la anacronía de tal personaje con las modas de hoy, y buscaría a sus enemigos con las Thomson M1 que llevaban los gángster en las películas que él devoraba. Todos pensarían que estaba loco, pero realmente, ¿quién no lo está?, ¿quién no tiene ese tipo de sueños?, éste aprovecharía cada carnaval en su ciudad para sentirse en la piel de sus desalmados héroes. No entendía muy claramente la diferencia entre el bien o el mal, o al menos tenía una visión relativa sobre esto. Lo que sí tenía claro es que aunque hubiesen pasado ochenta años entre aquellos filmes y él, seguían existiendo enemigos ahí fuera, seguía existiendo la ley del más fuerte, del más listo, del que tiene más poder, la policia seguía aceptando sobornos, y los altos cargos de la política siguen siendo corruptibles, las nuevas leyes y constituciones no cambiaban mucho las cosas ahí fuera, solo servían para enmascarar la realidad. La injusticia era injusticia, el pobre, pobre, y el rico, rico. El que tenía o quería robar lo hacía, y el que tenía que matar o quería también lo hacía día tras día. Si todo era tan parecido a aquellos años de sus películas, ¿por qué a la gente le parecía extraño ver a un gángster de los años veinte en sus calles?, cierto que hoy los gángster han cambiado, aunque seguían con los negocios fuera de la ley, ya no seguían ningún código de honor, las mujeres eran putas, y matarían a su madre por dinero. Entonces, un gángster, por muy amoral que fuese, respetaba a la mamma por encima de todo, y trataban a las mujeres como señoritas, a la vez de comportarse en público como caballeros. Eso era, lo que ante todo, admiraba nuestro longo caballero, el respeto, el honor, y la caballerosidad de aquellos criminales. La decisión del joven estaba casi tomada, solo faltaba un atisbo de locura, un golpe de delirio que lo alienase totalmente del mundo real, para que éste se tomase la justicia por su mano al más puro estilo romántico de aquellos señores enchaquetados y armados hasta los dientes, y dejase claro...quien era el nuevo rey de las calles...cosa que deseaba demostrar, ya que entonces aquella princesa con la que soñaba en las paradas que hacía en el camino, se encarnaría en cualquiera de aquellas jovenes preciosas que admiraban y deseaban a los capos de sus películas, porque aunque él no produjo, ni rodó, ni había nacido, cuando aquellas películas salieron a la luz, las tenía tan aprendidas que las sentía ya más suyas, que del propio director, guionista y productor.

jueves, 21 de junio de 2007

El ingenioso muchacho Don Rebelde contra todos


En una edad de mi vida, de cuya fechas no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un zagal rebelde de los de grito, puño y patada. Venganza en mano, y furia cual caballero ultrajado deambulaba por las crueles y abarrotadas calles de la ciudad, donde cada cruce de miradas era una afrenta al honor, un duelo de gallardía en el que el primero en retirarse caía derrotado, y el vencedor continuaba sus andanzas en busca de aventuras en las que probar su hombría, todavía por llegar. Los continuos tropiezos, palos, y las decisiones tomadas equivocadamente una vez tras otra, debido a la indiferencia que éste presentaba ante sus sabios consejeros, resultarían en el curtimiento del joven, quién se pensaba duro, y no pasaba de ser aún inmaduro. Este pobre incomprendido, como la mayor parte de sus coetáneos en aquella etapa del viaje, solo veía injusticias, hipocresía, y abusos de poder, además de cientos de bagatelas que para un caminante sin bestia de carga suponían un peso adicional al de sí mismo, y para las cuales solo conocía una salida, la rebeldía. Quedaban kilómetros por recorrer, no conocía ni el cómo, ni el dónde del final de su travesía nadie más que el propio sino, pero el saber que no había hecho más que empezar, agotaba a nuestro solitario vagabundo, el cual no era solitario vagabundo más allá de sus pensamientos, ya que la mayor parte de su vigilia podías encontrarlo acompañado, rodeado bien de sus fieles consejeros, bien de sus compañeros de camino, o no raras veces de algún enemigo malo junto a los cuales todo demonio no pasa de travieso. Como confiar en palabra ajena, como regalar sonrisas, apretones de manos, o incluso abrazos donde todos excepto el "alma mater" eran tus adversarios potenciales, pues de todos ha de ser sabido, que el mayor amigo es amigo bajo tu techo, y gladiador en la arena. Viste pues, el nuevo caballero, su armadura, herencia de sus ancestros, la cual tras guerras y paces pasadas ha sufrido el desgaste de golpes de lanza arreados por señoritos, que aunque con poca disciplina en la batalla, claramente con gran renombre en sus lares y títulos de los que, con toda seguridad, los pobres antevenidos en el linaje de nuestro caballero carecían, y éste ya que miserable nació, según todos, así morirá. El arma es pesada para el longo caballero, caminante, viajero, como quieran llamarlo, y el matarife no es nada sin la espada. Buscó entonces protección en el puño, y la furia para empequeñecer a todo aquel que se creciese. Paso tras paso, con una coraza abollada que ya de poco servía, y la adarga que cubría su parte humana, pues al confiar siempre en volver a mostrarla algún día, no quería perderla para siempre, ¡ni dañarla lo más mínimo claro!, nuestro amigo vivía en camino a ninguna parte, a donde surgiera oportunidad de lucha por sus ideales, por sus principios, por su honra, allí detenía su marcha, para reanudarla tras haber sido derrotado o haber vencido, sin más dilación que el esperar a ver la dirección que su ex-oponente tomaba. Si aquel el Norte, éste el Sur, si aquel el Este, éste el Oeste, para alejarse así con cada paso, un paso más de un nuevo encontronazo, nuestro longo caballero era ante todo tan prudente como inexperto, ya que nunca cayó en la cuenta de que en este esférico planeta, cada paso en dirección contraria a nuestro enemigo, nos arriesga a encontrárnoslo de frente en la otra cara del mundo si ambos siguen la misma técnica disuasoria. He aquí entonces, cuando el peligro menos deseado, puede ser el que más cerca esté acechando. No obstante, camina tranquilo, camina y vive cada día como el más seguro de los que pisan esta tierra, pues de aquí a que vuelvas a encontrarte de nuevo con aquel, serás todo un hombre, que podrá soportar el peso de un gran arma, y con cuyo trabajo y esfuerzo podrás permitirte una nueva armadura.


Caminaba éste con mirada zorruna para aparentar astucia, su tronco encorvado mostrando involuntariamente la inexperiencia, cosa que dejaba de ser tal, con cada nueva experiencia vivida. Ya no eran las desiertas llanuras, ni los luengos caminos castellanos escenario de esta historia, sino una moderna jungla de asfalto, metales ligeros, y ruido, mucho ruido, siendo dicho ruido sinfonía de las grandes urbes, en las que nuestro longo caballero, caminaba, luchaba cada día sin ser observado más que por unos pocos curiosos, que al momento desviaban su atención a un grupo de trotamúsicos que con su música acariciaban brevemente el oído de los transeúntes y te hacían por un segundo desatender a la sinfonía de las grandes urbes antes citada, no era el único sitio en que los juglares mudos regalaban su alma al público, nuestro caminante supo por propia experiencia de un centro comercial en el que a intervalos podías escuchar diez dedos de marfil extrayendo armónicamente los tonos de un inmenso piano de cola, y al que acudía cuando podía como terapia, cuando sentía que su alma se acercaba a la de animal y se alejaba de la de persona, el sabor revolucionario de su forma de pensar lo hacía parecer violento, cuando solo era uno entre muchos. Andaba, andaba, y andaba, días, noches enteras hasta encontrar un lugar donde descansar y olvidar por unas horas las piedras del duro camino, al cerrar los ojos, normalmente a la noche, solía soñar con la princesa que llevaba toda su corta vida esperando, como si el joven llevase grabado al nacer el llanto, el hambre y la imagen de aquel ángel femenino que apaciguaba su alma en los momentos de reposo, quizá aquella ilusión no fuese a vivir por siempre en su imaginación, y alguna remota mañana, despertase el longo caballero en su compañía, pero no había tiempo para esperar allí tumbado, pues quizás aquella llegada no era más que una ilusión sobre otra ilusión, y aquella espera no fuese más que una espera en vano, como novia que aguarda en el altar después de que todos los invitados hayan desistido...la blanca y radiante se estaba limitando a actuar como un ser humano desesperado, y un desesperado "la esperanza es lo último que pierde". Esto era inútil en nuestro caminante, pues tenía una parte animal de la que podía hacer gala siempre que el resto sufría de las debilidades humanas, y además éste nació para andar el camino, su fin, aunque no su deseo, era terminar el camino, esperar estaba hecho para los desesperados. La victoria no vendrá a tus manos, a menos que tus manos vayan a la victoria, por tanto, para un luchador, revolucionario e inconformista como nuestro protagonista no quedaba otra que luchar, revolucionarse e inconformarse con lo impuesto por el poderoso, ir en contra de la corriente, quizás porque consideraba la corriente como un río que arrastraba solo a enemigos de sus propias convicciones, y de esta manera, de nuevo inconsciente de la forma esférica de su planeta, intentaba alejarse de todos ellos, eligiendo la dirección contraria, que en línea recta, seguramente acabaría por enfrentarlo al resto. No quise aquí más que introduciros a los hechos más relevantes de una vida como tantas miles, poco interesante en su continente, e incluso aburrida en su contenido si se mira a través de los ojos del pensamiento común. Pero singular como todas y cada una de esas otras miles de vidas, que pueden mostrar su camino particular de la forma más fantasiosa, o quizás no fantasiosa, sino en este caso, vista a través del cristal de nuestro caballero, caminante o viajero, como quieran llamarlo, cristales transparentes, pues no se pretende colorear los hechos, pero suyos propios, por lo que muestran su realidad, la realidad del protagonista, en cuyo caso ningún otro punto de vista importa, no importa la opinión de los personajes secundarios, ya que en todo cuento, el protagonista muera o siga sus andanzas tras el fin del relato, siempre vence, y el que vence es el que escribe la historia.
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"Our own heart, and not other men's opinions form our true honor. "
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)