
Nuestro longo caballero, no sucumbió a los estupefacientes como el mayor por ciento de su generación, no obstante, al igual que el resto de las gentes que sí utilizaban la droga como medio de evasión, éste también estaba condenado a sufrir de delirio en un mundo donde todo es inútil, donde no importan tus sueños ni tus intenciones, ya que tu vida está escrita y sellada justo el minuto antes de que llegas a la vida. Las fuentes de este delirium tremens no tienen por qué venir del exterior, pues hasta el cerebro del más inepto de los seres humanos es suficiente para crear un mundo en su interior, condicionado, claro, por el insumo de información de nuestros primeros años, y por las reflexiones casi incondicionadas a las que nos llevan los "por-qués" de todo lo que nos rodea. Un viaje al centro de la tierra, similar al presentado por Verne, pero eligiendo en este caso nuestro cerebro como destino, nos bastaría para quedar con la boca abierta hasta el fin de los días, pues el cerebro de uno mismo puede llegar a ser nuestro mayor desconocido. Es el que nos mueve, el que nos hace pronunciar palabra, el que nos hace sentir, sin él, el corazón es sólo un músculo, pues él dirige cada terminación nerviosa que contenemos. Pero a su vez, sin el corazón, el cerebro no es más que masa inerte, la tierra de Julio Verne sin la inercia que siendo tan nada, es la que hace girar a ésta sobre sí y a su vez alrededor del astro sol.
Ya que aclaramos que la fuente del delirio de nuestro protagonista no era droga alguna, debemos explicar pues que es lo que le hacía ver las calles diferente al resto. He de decir que nuestro joven, era gran aficionado al cine, y ya que su gusto no se solía corresponder al del resto, solía ver los filmes a solas, en total silencio, y a oscuras para no vislumbrar más que la luz de la pantalla, y así durante las horas que estos durasen, viviése junto a sus personajes, sin intervenir en la escena, pero sintiendo el olor de los escenarios, y observando cada acción desde cerca. Había visto éste tal cantidad de películas de gángsters ambientadas y producidas en los mismos "felices 20" que soñaba con ser Tony Camonte en "Scarface, el Terror del Hampa" o Tom Powers en "El Enemigo Público", controlar todo el tráfico ilegal de alcohol durante los años de ley seca en los Estados Unidos, sobornar a los regidores de la ley, y ser alabado incluso por los altos cargos de la ciudad. Según el joven, nada hay más satisfactorio que el respeto por admiración, y en caso de que sea necesario, imponerlo mediante el temor. Aprendió las formas, el habla, e incluso si por el fuese, vestiría con sus trajes y sus clásicos sombreros por las calles del recién entrado nuevo siglo llamando la atención de las gentes debido a la anacronía de tal personaje con las modas de hoy, y buscaría a sus enemigos con las Thomson M1 que llevaban los gángster en las películas que él devoraba. Todos pensarían que estaba loco, pero realmente, ¿quién no lo está?, ¿quién no tiene ese tipo de sueños?, éste aprovecharía cada carnaval en su ciudad para sentirse en la piel de sus desalmados héroes. No entendía muy claramente la diferencia entre el bien o el mal, o al menos tenía una visión relativa sobre esto. Lo que sí tenía claro es que aunque hubiesen pasado ochenta años entre aquellos filmes y él, seguían existiendo enemigos ahí fuera, seguía existiendo la ley del más fuerte, del más listo, del que tiene más poder, la policia seguía aceptando sobornos, y los altos cargos de la política siguen siendo corruptibles, las nuevas leyes y constituciones no cambiaban mucho las cosas ahí fuera, solo servían para enmascarar la realidad. La injusticia era injusticia, el pobre, pobre, y el rico, rico. El que tenía o quería robar lo hacía, y el que tenía que matar o quería también lo hacía día tras día. Si todo era tan parecido a aquellos años de sus películas, ¿por qué a la gente le parecía extraño ver a un gángster de los años veinte en sus calles?, cierto que hoy los gángster han cambiado, aunque seguían con los negocios fuera de la ley, ya no seguían ningún código de honor, las mujeres eran putas, y matarían a su madre por dinero. Entonces, un gángster, por muy amoral que fuese, respetaba a la mamma por encima de todo, y trataban a las mujeres como señoritas, a la vez de comportarse en público como caballeros. Eso era, lo que ante todo, admiraba nuestro longo caballero, el respeto, el honor, y la caballerosidad de aquellos criminales. La decisión del joven estaba casi tomada, solo faltaba un atisbo de locura, un golpe de delirio que lo alienase totalmente del mundo real, para que éste se tomase la justicia por su mano al más puro estilo romántico de aquellos señores enchaquetados y armados hasta los dientes, y dejase claro...quien era el nuevo rey de las calles...cosa que deseaba demostrar, ya que entonces aquella princesa con la que soñaba en las paradas que hacía en el camino, se encarnaría en cualquiera de aquellas jovenes preciosas que admiraban y deseaban a los capos de sus películas, porque aunque él no produjo, ni rodó, ni había nacido, cuando aquellas películas salieron a la luz, las tenía tan aprendidas que las sentía ya más suyas, que del propio director, guionista y productor.
Ya que aclaramos que la fuente del delirio de nuestro protagonista no era droga alguna, debemos explicar pues que es lo que le hacía ver las calles diferente al resto. He de decir que nuestro joven, era gran aficionado al cine, y ya que su gusto no se solía corresponder al del resto, solía ver los filmes a solas, en total silencio, y a oscuras para no vislumbrar más que la luz de la pantalla, y así durante las horas que estos durasen, viviése junto a sus personajes, sin intervenir en la escena, pero sintiendo el olor de los escenarios, y observando cada acción desde cerca. Había visto éste tal cantidad de películas de gángsters ambientadas y producidas en los mismos "felices 20" que soñaba con ser Tony Camonte en "Scarface, el Terror del Hampa" o Tom Powers en "El Enemigo Público", controlar todo el tráfico ilegal de alcohol durante los años de ley seca en los Estados Unidos, sobornar a los regidores de la ley, y ser alabado incluso por los altos cargos de la ciudad. Según el joven, nada hay más satisfactorio que el respeto por admiración, y en caso de que sea necesario, imponerlo mediante el temor. Aprendió las formas, el habla, e incluso si por el fuese, vestiría con sus trajes y sus clásicos sombreros por las calles del recién entrado nuevo siglo llamando la atención de las gentes debido a la anacronía de tal personaje con las modas de hoy, y buscaría a sus enemigos con las Thomson M1 que llevaban los gángster en las películas que él devoraba. Todos pensarían que estaba loco, pero realmente, ¿quién no lo está?, ¿quién no tiene ese tipo de sueños?, éste aprovecharía cada carnaval en su ciudad para sentirse en la piel de sus desalmados héroes. No entendía muy claramente la diferencia entre el bien o el mal, o al menos tenía una visión relativa sobre esto. Lo que sí tenía claro es que aunque hubiesen pasado ochenta años entre aquellos filmes y él, seguían existiendo enemigos ahí fuera, seguía existiendo la ley del más fuerte, del más listo, del que tiene más poder, la policia seguía aceptando sobornos, y los altos cargos de la política siguen siendo corruptibles, las nuevas leyes y constituciones no cambiaban mucho las cosas ahí fuera, solo servían para enmascarar la realidad. La injusticia era injusticia, el pobre, pobre, y el rico, rico. El que tenía o quería robar lo hacía, y el que tenía que matar o quería también lo hacía día tras día. Si todo era tan parecido a aquellos años de sus películas, ¿por qué a la gente le parecía extraño ver a un gángster de los años veinte en sus calles?, cierto que hoy los gángster han cambiado, aunque seguían con los negocios fuera de la ley, ya no seguían ningún código de honor, las mujeres eran putas, y matarían a su madre por dinero. Entonces, un gángster, por muy amoral que fuese, respetaba a la mamma por encima de todo, y trataban a las mujeres como señoritas, a la vez de comportarse en público como caballeros. Eso era, lo que ante todo, admiraba nuestro longo caballero, el respeto, el honor, y la caballerosidad de aquellos criminales. La decisión del joven estaba casi tomada, solo faltaba un atisbo de locura, un golpe de delirio que lo alienase totalmente del mundo real, para que éste se tomase la justicia por su mano al más puro estilo romántico de aquellos señores enchaquetados y armados hasta los dientes, y dejase claro...quien era el nuevo rey de las calles...cosa que deseaba demostrar, ya que entonces aquella princesa con la que soñaba en las paradas que hacía en el camino, se encarnaría en cualquiera de aquellas jovenes preciosas que admiraban y deseaban a los capos de sus películas, porque aunque él no produjo, ni rodó, ni había nacido, cuando aquellas películas salieron a la luz, las tenía tan aprendidas que las sentía ya más suyas, que del propio director, guionista y productor.
1 comentario:
En serio, sigue escribiendo asi de bien porque t voy a dar un abrazo bien grande cuando t vea, artista!XD muakssssssssss
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